.- MET GALA 2024 “sleeping Beauties”: 4 curiosidades interesantes
El museo se sirve de la tecnología punta para devolver a la vida a estas particulares bellas durmientes de los archivos del centro, que se han ampliado con 75 nuevas adquisiciones
“Es algo con lo que siempre luchamos: cuando una prenda pasa a pertenecer al museo, muchas de las experiencias sensoriales que damos por sentado con la ropa se pierden”, explica Andrew Bolton, comisario del Costume Institute, en el museo MET de Nueva York. Con él me encuentro mano a mano en el proceso detrás de la exposición que acompañará la Met Gala 2024. En la pared puedo contar más de 50 fotografías de prendas de vestir. “La parte positiva de todo esto es que somos los guardianes de la ropa, estamos aquí para cuidarla a perpetuidad. Pero eso implica mantenerla en condiciones muy específicas: no se puede tocar, no se puede oler, no se puede usar, no se puede… escuchar”, continúa.
Durante siglos, cada una de esas cualidades no se consideró accesoria a la moda, sino una parte integrante de su experiencia y diseño. Los vestidos se comercializaban en buena medida por su sonido, conocido como scroop: ese sensual susurro de las telas al rozarse entre sí cuando quien las viste cruza una habitación. Incluso los botones de tela solían realizarse sobre trozos de algodón para así absorber y emanar esencias de perfume. “Si somos capaces de capturar esta información ahora será una buena manera de ayudar a las generaciones futuras a apreciar cómo se usaba la ropa, cómo se veía en el cuerpo y cómo se movía”, concede Bolton.
Sleeping Beauties: Reawakening Fashion (Bellas durmientes: el despertar de la moda), que se inaugurará el próximo 10 de mayo y se clausurará el 2 de septiembre, es la apuesta de Bolton y el Costume Institute para ir más allá de los límites de la propia muestra y devolver a la vida prendas que estuvieron dormidas durante mucho tiempo. Gracias a un equipo de investigadores y a todo un arsenal de tecnologías, el museo ha extraído información sobre cómo las piezas históricas han estimulado los sentidos a lo largo del tiempo y ha ideado la mejor forma de presentar todos estos datos. “Y toda esa información estará ahí, no solo en la exposición, sino en nuestra web para siempre”, añade Bolton. Con él recopilamos varias curiosidades que debes saber al respecto de la exposición de moda más esperada del año.
75 nuevos fichajes para el museo MET
No ha habido préstamos de otras instituciones, pero el Costume Institute ha efectuado 75 nuevas adquisiciones para la muestra, desde un exquisito vestido de pétalos de Christian Dior y una magnífica prenda drapeada de Iris van Herpen, delicada como las alas de una mariposa, hasta un tocado de Philip Treacy basado en la forma invertida de una rosa. La inspiración surgió de manera muy sencilla partiendo de la colección preexistente, que ya contaba con más de 33.000 objetos. “Lo que me llamó la atención fue cuántas de esas piezas se habían inspirado en el mundo natural”. Los temas se repetían: había patrones de flores, pájaros y mariposas, y referencias constantes a los elementos de tierra, aire y agua. Todo ello daría lugar a la organización formal de la exposición.
El año de las bellas durmientes
El título de la exposición hace referencia a las prendas ultrafrágiles que Andrew Bolton ha convertido en el motivo central de la muestra. Son tan delicadas que apenas pueden tocarse, y mucho menos ser colocadas sobre un maniquí. Estas bellas durmientes deben permanecer imperturbables en sus estuches.
La originaria que inspiró toda la muestra es una pieza de alrededor de 1887 diseñada por Charles Frederick Worth (el emblemático diseñador inglés cuya House of Worth sentó las bases de la alta costura del siglo XX). La prenda, que perteneció a una mujer de la familia Astor, es una de las más frágiles de la exposición: los largos y brillantes filamentos de satén se han desgastado, dejando marcas que parecen rasguños. Como ocurre con la mayoría de estas creaciones, tocar el vestido, aunque sea con delicadeza, acelera su deterioro. Pero Bolton tomó la decisión de correr el riesgo y reunir información detallada sobre cómo lucía el vestido Worth en su mejor momento: “Si lo guardaras en un cajón y nunca más volvieras a sacarlo, por supuesto que eso frenaría el deterioro. ¿Pero cuál sería el valor de tenerlo guardado, oculto, para siempre?”.
Otra de las más inverosímiles de la muestra es un abrigo de Jonathan Anderson para Loewe que está sembrado, en el sentido agrícola, con semillas de hierba. Con el tiempo esa hierba crece y crea una exuberante piel verde. Al principio, Bolton quería traer un abrigo vivo, pero habría requerido un complejo sistema de riego y lámparas de crecimiento. Así que se mostrará una versión ya cultivada, ahora tan muerta como las colinas de California en verano, con un vídeo a cámara rápida de la hierba brotando.
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La tecnología al servicio de los sentidos
Para este proyecto, el equipo de Bolton trabajó tanto en el aspecto sensorial de la exposición –recuperar los atributos físicos perdidos de una prenda– como en sus objetivos científicos. “Esta muestra nos hace reflexionar en profundidad sobre lo que debemos hacer para conservar y mantener la integridad de un objeto”, dice Max Hollein, director del Met. “Nos ayudará a comprender no solo cómo amplificar la experiencia, sino también cómo resucitar la autenticidad total de la pieza. Y eso tendrá un impacto importante en otras áreas del museo”.
Por ejemplo, una de las técnicas empleadas para devolver la vida a algunos vestidos icónicos es la de los fantasmas de Pepper, una ilusión holográfica mediante la cual una proyección de imagen plana aparece como un objeto en un espacio tridimensional. En términos más generales, también se realizó un estudio cuidadoso de las posturas, los perfumes, los hábitos y las costumbres en los entornos donde las prendas vivieron por primera vez. La exposición mostrará las prendas, pero también recreará la experiencia de encontrarse con ellas. “La idea es que al mirarlas entiendas cómo se sentiría quien las llevaban puestas hace 150 años”, añade el fotógrafo Nick Knight, que ha colaborado intrínsecamente con el museo a través de Showstudio, su empresa de moda digital.
Aunque estudiar el movimiento de la tela es una tarea de conservación poco ortodoxa, tampoco es la más extraña en esta exposición, pues también se explora en gran medida todo lo relativo al sonido. La sala de conservación contiene un vestido de colores, ornamentado y cubierto con flores de aluminio que Francesco Risso diseñó para la temporada de primavera de Marni de este año. Esta es otra de las nuevas adquisiciones del Met que acaba de llegar desde la cámara anecoica, aislada de ruidos, de la Universidad de Binghamton en Nueva York, donde Bolton registró el sonido que generaban las flores al rozarse entre sí. El mismo proceso se empleó para capturar el scroop asociado al tejido de un vestido histórico. Ambas muestras de audio serán incluidas en la muestra.
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El mayor de los recursos tecnológicos de la exposición es también el más atrevido. Un exquisito vestido de novia llevado en la década de los 30 por Natalie Potter socialité y actriz de la era del jazz en Nueva York– cobrará vida con una interfaz interactiva especialmente diseñada para la exposición por OpenAI. “El equipo del Met nos proporcionó muchos documentos originales, datos y materiales sobre Natalie, su vida y su vestimenta”, explica Isa Fulford, técnica de OpenAI. “Le dimos a la modelo virtual instrucciones personalizadas sobre cómo interactuar con los asistentes con el estilo y tono de voz de Natalie, y luego le proporcionamos acceso a todos estos datos sobre su vida, vestido, boda, etc.”. Los visitantes podrán enviarle un mensaje de texto a Natalie y obtener respuestas específicas. “Quería tener un ejemplo de una prenda que respondiera activamente a su entorno. Algo que encuentro un poco frustrante en cualquier exposición es lo pasivos que son los objetos”, explica Bolton.
Una exposición que también se huele
Una de las principales colaboradoras de la exposición es la artista e investigadora olfativa Sissel Tolaas, afincada en Berlín, y pionera en el trabajo de crear y registrar el mundo del olfato. Esta especialista pasó cerca de un año analizando los aromas asociados tanto a las prendas como a sus portadores para la exposición del Costume Institute. Sus descubrimientos pasarán a formar parte de la muestra y algunos aromas de la época se podrán oler, reinterpretados para las distintas salas. En una de ellas, dedicada exclusivamente al mundo floral, se expondrán sombreros con dichos motivos. Otro espacio estará dedicado a Millicent Rogers, la socialité y filántropa de principios del siglo XX. “Me estoy centrando literalmente en las moléculas que emiten los diversos elementos que utilizaba esta mujer: los aromas de su cuerpo, sus hábitos, su cultura, sus rituales, lo que comía”, dice Tolaas. Los datos de la ciencia y los misterios sensoriales del arte surgen uno del otro. “No estoy perfumando espacios. Estoy resaltando o amplificando información oculta en las prendas”, explica.