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Revolución en la detección sísmica: redes de fibra óptica se convierten en sensores de terremotos

En un giro sorprendente del uso de la tecnología existente, ingenieros han transformado las redes de fibra óptica subterráneas originalmente instaladas para telecomunicaciones en sistemas avanzados de detección sísmica. Esta innovadora técnica permite registrar movimientos de tierra con una precisión milimétrica, abriendo nuevas posibilidades para el monitoreo sísmico en tiempo real.

Durante años, la infraestructura de fibra óptica ha sido desplegada bajo ciudades, autopistas, costas y zonas remotas con fines de conectividad digital. Sin embargo, los investigadores descubrieron que estas fibras también responden a las vibraciones del terreno, actuando como miles de pequeños sensores distribuidos a lo largo de kilómetros. Aprovechando esta propiedad, se desarrolló un sistema que interpreta las alteraciones en la señal óptica como señales sísmicas.

El proceso funciona mediante la detección de ligeras distorsiones en el pulso de luz que viaja por la fibra. Cuando ocurre un movimiento telúrico, incluso muy leve, las vibraciones modifican el trayecto del pulso, generando una firma única que puede ser analizada y localizada con gran precisión. Esto convierte a una línea de fibra óptica común en un sismómetro continuo y de largo alcance.

A diferencia de los sensores sísmicos tradicionales, que suelen estar separados por decenas o cientos de kilómetros, esta técnica permite una cobertura casi continua. Cada metro de cable puede considerarse un punto de medición, lo que brinda un detalle sin precedentes sobre cómo se propagan las ondas sísmicas en el subsuelo.

Además, esta solución es notablemente rentable: no requiere excavar nuevos terrenos ni instalar equipos adicionales, ya que reutiliza infraestructuras ya existentes. Ciudades enteras podrían contar con sistemas de alerta sísmica simplemente conectando su red de telecomunicaciones a una estación de análisis de vibraciones.

Durante las pruebas, el sistema fue capaz de detectar no solo terremotos a grandes distancias, sino también sismos locales de baja magnitud que muchas veces pasan desapercibidos. Esto no solo mejora la capacidad de alerta temprana en áreas densamente pobladas, sino que también proporciona datos de valor científico para comprender mejor la actividad tectónica.