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El metano en la ganadería: una amenaza silenciosa para el clima global

La industria ganadera, responsable de la producción de carne y derivados animales, enfrenta cada vez mayor escrutinio por su impacto ambiental, especialmente por su papel en la emisión de gases de efecto invernadero. Entre estos, el metano destaca como uno de los más peligrosos y menos regulados, a pesar de ser hasta 80 veces más potente que el dióxido de carbono en su capacidad de atrapar calor en la atmósfera durante las primeras décadas después de su emisión.

El metano es producido principalmente por la fermentación entérica, un proceso digestivo natural en animales rumiantes como vacas, ovejas y cabras. En pocas palabras, cada vez que estos animales eructan o digieren su alimento, liberan grandes cantidades de este gas a la atmósfera. También se genera en el manejo del estiércol, sobre todo cuando se almacena en condiciones anaeróbicas, como en fosas o lagunas sin oxígeno.

México, con una importante actividad ganadera distribuida en diversas regiones del país, es uno de los principales emisores de metano del sector agropecuario en América Latina. La producción de carne, leche y otros derivados animales ha crecido sostenidamente en las últimas décadas, lo que se traduce en un aumento proporcional de emisiones contaminantes. Sin embargo, las políticas públicas enfocadas en mitigar este impacto son escasas, voluntarias o poco aplicadas.

El problema no es menor. Aunque el metano permanece menos tiempo en la atmósfera que el CO₂, su capacidad de calentar el planeta es mucho más intensa a corto plazo. Esto lo convierte en un blanco prioritario para combatir el cambio climático de forma rápida y efectiva. Diversos estudios señalan que reducir las emisiones de metano podría generar beneficios climáticos inmediatos, como frenar el calentamiento y mejorar la calidad del aire.

A pesar de que existen tecnologías y prácticas para disminuir estas emisiones —como mejorar la alimentación del ganado, utilizar aditivos inhibidores de metano, aplicar tratamientos anaeróbicos al estiércol o incluso modificar genéticamente las bacterias intestinales de los animales— su adopción en México es todavía limitada, en parte por la falta de incentivos económicos, educación ambiental y regulación obligatoria.

El riesgo de no actuar es grave. Las emisiones de metano no solo contribuyen al calentamiento global, sino que agravan fenómenos climáticos extremos como sequías, olas de calor, incendios forestales y pérdida de cultivos, afectando directamente a las comunidades rurales que viven de la tierra y del ganado.

Frente a un panorama climático cada vez más desafiante, la industria ganadera está llamada a transformarse. La reducción del metano no solo es posible, sino necesaria. El futuro del planeta y la estabilidad climática dependen de decisiones firmes que prioricen el bienestar ambiental sin sacrificar la viabilidad económica del sector. La ganadería puede seguir siendo productiva, pero también debe ser sostenible.