Ciencia y TecnologiaDestacadas

El calor mata: atribuyen más de 1.500 muertes en Europa al uso de combustibles fósiles

Un nuevo análisis científico ha logrado lo que hasta ahora parecía fuera del alcance de la investigación climática: vincular directamente muertes humanas durante una ola de calor con la quema de combustibles fósiles. El estudio, centrado en una reciente ola de calor que afectó a Europa, estima que al menos 1.500 fallecimientos pueden atribuirse a las emisiones generadas por actividades humanas, marcando un hito en la ciencia del cambio climático y sus efectos sobre la salud.

Las olas de calor son eventos meteorológicos extremos que han ganado intensidad y frecuencia a lo largo de las últimas décadas. Si bien la comunidad científica ya había demostrado que el calentamiento global incrementa la probabilidad de estas olas, la novedad de este estudio radica en que establece, por primera vez con evidencia estadística y modelos climáticos, una conexión causal entre muertes individuales y las emisiones acumuladas de dióxido de carbono provenientes del uso de carbón, petróleo y gas.

El análisis se basó en una combinación de datos climáticos históricos, proyecciones por modelos computacionales y estadísticas de mortalidad. A través de un enfoque llamado “atribución climática de impactos en salud”, los investigadores compararon escenarios con y sin influencia humana en el clima para estimar cuántas muertes no habrían ocurrido si el clima no se hubiera calentado como consecuencia del uso prolongado de combustibles fósiles.

Los resultados fueron contundentes: en el escenario sin calentamiento inducido por el ser humano, las temperaturas habrían sido significativamente más bajas, y la intensidad de la ola de calor habría sido menor. Como consecuencia, muchas de las muertes asociadas a estrés térmico, deshidratación, enfermedades cardiovasculares y respiratorias podrían haberse evitado.

Este tipo de estudios transforma la narrativa del cambio climático, que tradicionalmente ha sido percibido como un fenómeno a largo plazo o como una amenaza difusa. En cambio, aporta una dimensión inmediata y concreta: la quema de combustibles fósiles no solo calienta el planeta, sino que ya está matando personas. Y lo está haciendo hoy.

El impacto es particularmente grave entre los grupos más vulnerables: personas mayores, niños, personas con enfermedades crónicas y comunidades sin acceso a aire acondicionado o infraestructuras adecuadas para mitigar el calor extremo. Las ciudades, con su efecto de “isla de calor urbana”, multiplican el riesgo, especialmente en barrios con menor cobertura vegetal y menos recursos económicos.

A nivel político, este tipo de evidencia podría acelerar las demandas de transición energética. El hecho de que se pueda cuantificar, con márgenes de certeza crecientes, cuántas muertes son resultado directo de las emisiones fósiles, abre la puerta a nuevas discusiones sobre responsabilidad legal, justicia climática y financiamiento de adaptación.

Sin embargo, los autores del estudio también advierten que esta metodología aún está en desarrollo y debe aplicarse con cautela. Si bien ofrece herramientas poderosas, también enfrenta desafíos en términos de precisión y de interpretación pública. Aun así, la ciencia está avanzando hacia una mayor capacidad para conectar causas globales con consecuencias locales y humanas.