Un reciente estudio internacional, con participación de instituciones como el Senckenberg de Alemania y la Estación Biológica de Doñana (CSIC), revela que la mayoría de las especies de osos están adaptando su dieta como una respuesta directa a los cambios climáticos globales y a la nueva disponibilidad de alimentos. Esta investigación fue publicada en la revista Nature Communications.
El estudio destaca que los osos, clasificados como omnívoros flexibles, poseen una capacidad notable para ajustar sus hábitos alimenticios. Este rasgo les ha permitido prosperar en una amplia gama de hábitats. El estudio sugiere que esta versatilidad dietética podría ser un factor clave en la resiliencia de los ecosistemas, ya que al modificar lo que comen en función de las condiciones ambientales, los osos cambian su rol ecológico y afectan la dispersión de semillas y el flujo de energía en sus entornos.
Se han observado casos específicos de adaptación. Por ejemplo, en los Osos Pardos, las poblaciones en climas más cálidos, como la Cordillera Cantábrica o Grecia, tienden a una dieta más vegetariana, mientras que los ejemplares en zonas más frías, como Escandinavia, son más carnívoros. Esto demuestra una respuesta directa a la disponibilidad local de recursos influenciada por el clima. Sin embargo, el estudio subraya que para especies como los Osos Polares, la adaptación tiene un límite. El deshielo los obliga a buscar alimentos menos nutritivos en tierra, como huevos de aves, lo que ha provocado una rápida pérdida de masa corporal en muchos ejemplares y pone en peligro su supervivencia a largo plazo.
En conclusión, la investigación resalta que la capacidad de adaptación de los osos es esencial para la estabilidad de los ecosistemas que están cambiando rápidamente, aunque esta flexibilidad no es ilimitada frente a transformaciones ambientales drásticas.
