Calles tomadas: la ciudad que repara autos y cierra paso
La escena se repite todos los días. En la colonia Petrolera, los vecinos de la calle José Martínez Bernal —entre Pinos y Guerrero— ya no distinguen si viven en un barrio residencial o en una zona industrial a cielo abierto. Autos sin placas, con cofre abierto o sin llantas, invaden las banquetas, se estacionan en doble fila, tapan accesos y ocupan por días, incluso semanas, los espacios que antes eran de uso común. Son vehículos en espera de “atención mecánica”, alineados como fichas en la calle y frente a casas que ya no tienen derecho a su propia banqueta.
Uno de los principales generadores de este desorden es un taller mecánico que opera sin control visible. En la zona, los vecinos ubican el nombre, pero no lo denuncian. Temen tener problemas con el dueño o los empleados. “Ya mejor nos hacemos de la vista gorda”, dice un señor que solo pide no dar su nombre. “Porque uno tiene que seguir viviendo aquí, y ellos hacen lo que quieren”.
Pero no es el único caso. En la colonia Fátima, el taller Cerón ha convertido todo su entorno en una extensión de su negocio. Tiene su local, sí, pero también ocupa un terreno contiguo, la calle de enfrente y ambas aceras de una pendiente que va directo hacia la primaria. Ahí, donde deberían caminar niños con mochila en hombros, hay carros destripados, partes mecánicas oxidadas y aceite derramado sobre el concreto.
La calle ya no es calle. Es taller.
Y aunque las autoridades han sido señaladas una y otra vez por su omisión, hasta ahora Control Urbano, dependencia municipal encargada de la verificación y regulación del uso del suelo, no ha ejercido acciones visibles para frenar esta apropiación de espacio público.
Los vecinos aseguran que hace más de cinco años no se hace una inspección formal. Mientras tanto, las molestias crecen: el ruido de martillazos, motores encendidos a todas horas, el bloqueo constante de entradas y la falta de espacios para estacionarse se han vuelto parte del día a día.
“El problema es que no hay reglas para ellos. No respetan los límites del taller, usan todo lo que se les antoja como si fuera de su propiedad. Y la ciudad no dice nada”, comenta un vecino de la Guerrero, justo en la zona donde el paso peatonal está invadido por una hilera de autos con cofre abierto desde hace días.
Esta práctica —tan común como impune— afecta la calidad de vida, pero también representa un peligro vial y de salud pública: derrames de aceite sin control, piezas oxidadas, autos abandonados que acumulan basura y fauna nociva, y la imposibilidad de acceso para ambulancias o camiones de bomberos si se necesitara.
Lo más grave es que las denuncias ciudadanas son escasas, no porque no haya molestia, sino por miedo o resignación. “¿Para qué?”, dicen. “Si no hacen nada.”
Desde la Dirección de Control Urbano del Ayuntamiento se ha informado que se harán verificaciones aleatorias en talleres ubicados en zonas residenciales, para garantizar que operen conforme al reglamento de uso del suelo. Pero los vecinos dudan. No es la primera vez que se promete, y los carros siguen ahí.
Mientras tanto, Guaymas sigue pareciéndose más a un taller sin portón, que a una ciudad ordenada.