Un equipo internacional de investigadores ha logrado resolver uno de los misterios más antiguos de la astronomía al confirmar que una parte significativa del agua de la Tierra provino del impacto de cometas durante los inicios del sistema solar. Tras analizar nuevos datos obtenidos de la misión Rosetta y compararlos con muestras de asteroides recolectadas recientemente, los científicos identificaron que la firma química del agua presente en ciertos cuerpos celestes coincide casi de forma idéntica con la de los océanos terrestres. Este hallazgo, publicado en las principales revistas científicas este 24 de diciembre de 2025, pone fin a décadas de debate sobre si nuestro planeta nació con sus propios depósitos de agua o si estos fueron entregados por mensajeros espaciales a través de millones de años de bombardeo cósmico.
El estudio se centró en la proporción de deuterio, un isótopo pesado del hidrógeno, presente en el hielo de los cometas de la familia de Júpiter. Los investigadores descubrieron que, a diferencia de otros cuerpos celestes cuyas firmas químicas son muy distintas a las de la Tierra, estos cometas poseen un equilibrio de hidrógeno que permite rastrear su origen hasta el mismo punto de formación que el agua que consumimos hoy en día. Esta revelación no solo explica la presencia de los mares, sino que también sugiere que los componentes básicos para la vida, como los aminoácidos y el agua líquida, podrían ser mucho más comunes en otros sistemas solares de lo que se estimaba anteriormente, aumentando las probabilidades de encontrar mundos habitables en galaxias vecinas.
Además de resolver la incógnita del agua, los expertos señalaron que este descubrimiento permite reconstruir con mayor precisión la dinámica de la Tierra primitiva. Al entender que el agua llegó del espacio exterior, los geólogos pueden ahora modelar mejor cómo se enfrió la corteza terrestre y cómo se formó la atmósfera que permitió la protección de las primeras formas de vida. La comunidad científica ha calificado este avance como una pieza clave en el rompecabezas de nuestra propia existencia, asegurando que el espacio exterior no solo es un vacío oscuro, sino la fuente primordial que permitió que nuestro planeta se convirtiera en el oasis azul que conocemos actualmente.




