Cierre de escuelas de la ONU en Jerusalén Oriental deja a cientos de niños palestinos al borde del desamparo educativo
En Jerusalén Oriental, más de 700 niños palestinos podrían quedarse sin escuela a partir de este viernes tras la orden del Gobierno israelí de cerrar seis planteles administrados por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (Unrwa). La medida, parte de una política que prohíbe a la Unrwa operar en territorio israelí, ha provocado alarma entre padres, maestros y comunidades enteras.
Uno de ellos es Ahmad Shweikeh, obrero de la construcción de 38 años, quien regresó a la escuela de su infancia en el campamento de refugiados de Shuafat para ver a su hijo Laith, de 9 años, escribir en su pupitre. “Nunca esperé esto”, confesó. “Vi a compañeros míos de aquí convertirse en ingenieros y doctores. Esperaba que Laith siguiera sus pasos”.
El Ministerio de Educación de Israel sostiene que las escuelas operaban sin licencia y prometió ofrecer “soluciones educativas de calidad” en otros centros escolares. Pero las familias temen no sólo por la pérdida académica, sino por la seguridad y viabilidad del traslado diario de los estudiantes, muchos de los cuales viven en zonas separadas por barreras militares o no tienen documentos que les permitan cruzarlas.
“De ninguna manera enviaré a Laith a una escuela donde tenga que pasar por un puesto de control o tráfico”, dijo Shweikeh, quien teme que su hijo pierda la oportunidad de continuar su educación.
El subdirector de la escuela, Fahed Qatousa, advirtió que al menos 100 alumnos tienen identificaciones de Cisjordania, lo que les dificultaría aún más ingresar a escuelas israelíes. Además, señaló que los planteles israelíes ya están saturados, lo que podría elevar la deserción escolar. “Para las niñas, se casarán más pronto. Para los niños, se sumarán al mercado laboral israelí”, lamentó.
Durante una visita de periodistas de AP, la policía israelí lanzó gas lacrimógeno en el patio mientras los estudiantes jugaban fútbol. “Siempre que hay una redada, cerramos ventanas. Cerramos puertas para que no huelan el gas lacrimógeno”, explicó la maestra Duaa Zourba, quien lleva 21 años enseñando en la institución. “El objetivo es que los niños siempre piensen que esta escuela es un lugar seguro”.
Israel ha justificado la decisión alegando que la Unrwa difunde contenido antisemita. Una revisión de la propia agencia de la ONU detectó elementos preocupantes en menos del 4% de los materiales escolares. Un panel independiente recomendó fortalecer la neutralidad y aplicar una política de “tolerancia cero” ante cualquier expresión de odio.
Pese a la incertidumbre, la Unrwa aseguró que mantendrá las escuelas abiertas “el mayor tiempo posible”, hasta que las autoridades israelíes las obliguen a cerrar formalmente.
“Quiero quedarme aquí y continuar para completar mi educación”, dijo Laith, el mejor alumno de su clase, con la esperanza de algún día convertirse en cirujano.