El auge de la Inteligencia Artificial dispara la demanda de chips y el impacto medioambiental de los residuos electrónicos
El desarrollo exponencial de la Inteligencia Artificial (IA) está generando una creciente demanda de chips de procesamiento gráfico, vitales para entrenar los modelos de IA generativa. Sin embargo, este crecimiento tecnológico viene acompañado de un impacto medioambiental significativo que incluye un aumento considerable en la generación de residuos electrónicos, cuyo reciclaje resulta costoso y, en muchos casos, insuficientemente extendido.
Según la profesora de IA, gobierno y políticas del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, Ana Valdivia, “el ciclo vital de estos chips es de tres a cinco años, lo que significa que pasado ese tiempo, e incluso un poquito antes, se desechan”. Valdivia destacó que el impacto ambiental de esta tecnología está “muy invisibilizado”, ya que la alta tasa de rotación de estos dispositivos genera un volumen de desechos electrónicos que, debido a su alto coste de reciclaje, acaba mayoritariamente en vertederos o incinerado, contribuyendo a la contaminación del aire y la tierra.
El informe de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) de 2022 reveló que el mundo generó un récord de 62 millones de toneladas de residuos electrónicos, de los cuales solo el 22 por ciento fueron reciclados. El informe advirtió que la producción de basura electrónica está aumentando a un ritmo cinco veces más rápido que su reciclaje, lo que podría resultar en un aumento de más del 33 por ciento de estos residuos para 2030.
A la par de este problema ambiental, surge también la creciente necesidad de metales críticos utilizados en la fabricación de dispositivos electrónicos, incluidos los chips. Estos materiales, como cobre, estaño, plata, oro, paladio y níquel, tienen una importancia estratégica y su reciclaje no solo reduciría el impacto medioambiental, sino que permitiría disminuir la dependencia de recursos naturales escasos, muchos de los cuales se encuentran fuera de Europa.
Félix Antonio López, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas del CSIC en España, señaló que los residuos electrónicos representan una fuente clave de metales que podrían ser recuperados. Sin embargo, López instó a que se implementen políticas claras para fomentar el reciclaje de estos materiales y reducir la dependencia de países no miembros de la Unión Europea.
La Unión Europea ha comenzado a fomentar la exploración de yacimientos mineros en busca de metales críticos, pero también está apoyando proyectos como el RC-Metals, un esfuerzo conjunto con el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas que busca recuperar metales de los residuos electrónicos a través de una planta piloto que ha sido considerada única en Europa. Este proyecto es parte de la estrategia europea para mejorar el reciclaje de metales raros presentes en los dispositivos electrónicos modernos.
Movilex, una de las principales empresas dedicadas al reciclaje de residuos electrónicos en España, Portugal y Latinoamérica, asegura que en muchos de los aparatos procesados logran alcanzar hasta un 99 por ciento de reciclabilidad. Luis García-Torremocha, CEO de Movilex, señala que “aún queda mucho por desarrollar a nivel normativo” para incrementar las tasas de reciclaje y optimizar el proceso, lo que no solo tendría beneficios medioambientales, sino también económicos, generando empleo y riqueza.
Sin embargo, Ana Valdivia subraya que además de fomentar la circularidad, es necesario alargar la vida útil de los chips y que empresas como Nvidia inviertan en soluciones para mejorar la durabilidad de estos dispositivos. También insta a detener el boom de la construcción de centros de datos y la implementación de la IA en todos los aspectos de la vida, para reflexionar sobre el tipo de tecnología que la sociedad necesita y cómo puede reducir su impacto ambiental.
“El medioambiente no debe ser una consideración secundaria. La IA está modificando el mundo, pero debemos abordarla desde una perspectiva crítica para estudiar sus consecuencias, no solo tecnológicas, sino también ecológicas”, concluyó Valdivia.