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El estrés oxidativo: un enemigo silencioso del cuerpo humano

En la actualidad, el estrés oxidativo se ha convertido en uno de los procesos biológicos más estudiados debido a su implicación directa en el deterioro celular, el envejecimiento y múltiples enfermedades crónicas. Aunque es un mecanismo natural del organismo, su desbalance puede desencadenar serios problemas de salud.

El estrés oxidativo ocurre cuando existe un desequilibrio entre la producción de radicales libres y la capacidad del cuerpo para neutralizarlos mediante antioxidantes. Los radicales libres son moléculas inestables que, en exceso, dañan estructuras celulares como membranas, proteínas y ADN. Este daño progresivo interfiere con las funciones normales del organismo y acelera el envejecimiento biológico.

Entre los efectos más notorios del estrés oxidativo se encuentra su relación con enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer y el Parkinson, e incluso ciertos tipos de cáncer. En los vasos sanguíneos, por ejemplo, puede alterar el endotelio y promover la formación de placas ateroscleróticas, aumentando el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular.

A nivel cerebral, el estrés oxidativo contribuye a la pérdida de neuronas y a la disminución de las funciones cognitivas. También está vinculado con procesos inflamatorios persistentes que agravan patologías preexistentes y dificultan la regeneración celular.

Factores como el tabaquismo, la contaminación ambiental, la exposición prolongada al sol, una dieta rica en grasas procesadas, el alcohol, el sedentarismo y el estrés psicológico aumentan la producción de radicales libres. Por el contrario, una alimentación rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables aporta antioxidantes naturales que ayudan a contrarrestarlos.

El cuerpo humano cuenta con sistemas antioxidantes propios, pero su eficacia disminuye con la edad o bajo condiciones crónicas. Por eso, mantener un estilo de vida saludable es clave para reducir la carga oxidativa y proteger los tejidos del daño prematuro.

Así, el estrés oxidativo se confirma como un fenómeno que, aunque invisible, tiene un impacto profundo y acumulativo sobre la salud. La prevención y el equilibrio siguen siendo las mejores herramientas para contener sus efectos y preservar el bienestar a largo plazo.