el funcionamiento del sistema que revolucionó la sismología

La escala de Richter, desarrollada en 1935 por los sismólogos Charles Richter y Beno Gutenberg, representó el primer intento exitoso por cuantificar la energía liberada durante un movimiento telúrico mediante un valor numérico específico. Este sistema se basa en una escala logarítmica, lo que implica que cada aumento de un número entero representa una amplitud de onda diez veces mayor y una liberación de energía aproximadamente 32 veces superior a la del grado anterior. Históricamente, esta herramienta permitió a la comunidad científica y al público general comprender la diferencia abismal entre un sismo de baja intensidad y un terremoto devastador, utilizando los registros obtenidos a través de un sismógrafo de torsión Wood-Anderson.

El funcionamiento técnico de la escala de Richter se centra en medir la amplitud de la onda sísmica más grande registrada en un sismograma a una distancia específica del epicentro. Al ser una escala de magnitud local, fue diseñada originalmente para medir sismos de intensidad media y alta que ocurrieran a distancias cortas, específicamente en las fallas geológicas del sur de California. Sin embargo, este enfoque presenta una limitación física conocida como saturación. Cuando un terremoto supera la magnitud de 7.0, el sismógrafo ya no es capaz de registrar con precisión el aumento de energía, lo que provoca que la escala de Richter proporcione valores similares para eventos que, en la realidad, tienen impactos energéticos radicalmente distintos.

A pesar de su fama mundial, la comunidad científica internacional ha dejado de utilizar la escala de Richter para informar sobre grandes eventos sísmicos, sustituyéndola por la Escala de Magnitud de Momento. La razón principal para este cambio es que la escala de Richter no mide con precisión los terremotos más potentes ni aquellos que ocurren a grandes distancias o profundidades. Mientras que el sistema de Richter se enfoca en la amplitud de la onda, la Magnitud de Momento calcula parámetros físicos más profundos, como el área de la falla que se desplazó, la rigidez de las rocas y la distancia promedio del movimiento. Esta precisión es vital para la gestión de emergencias y la ingeniería civil, ya que un error de cálculo en la magnitud puede significar una diferencia enorme en la preparación ante tsunamis o colapsos estructurales.

Otro motivo fundamental para abandonar el término Richter en el lenguaje cotidiano es la confusión persistente entre magnitud e intensidad. La magnitud es un valor único que indica la energía liberada en el origen, mientras que la intensidad, medida generalmente por la escala de Mercalli, describe los efectos y daños observados en una ubicación específica. Al referirse a un sismo moderno como “grados Richter”, se incurre en una imprecisión técnica, ya que casi todas las cifras que escuchamos hoy en los reportes oficiales provienen de la escala de Magnitud de Momento. Utilizar la terminología correcta permite una mejor comprensión del riesgo sísmico y garantiza que la información transmitida sea coherente con los estándares de la sismología del siglo XXI.

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