Irán enfrenta ofensiva israelí entre desinformación y refugios abarrotados
Las calles de Teherán lucen desiertas. Los comercios permanecen cerrados y las comunicaciones fallan intermitentemente, mientras las explosiones retumban en el cielo sin previo aviso. A falta de refugios antiaéreos accesibles, cientos de familias se resguardan como pueden: muchas duermen en el suelo de estaciones de metro, aterradas, sin saber si sobrevivirán a la noche.
La capital iraní atraviesa una de las peores crisis de su historia reciente, casi una semana después del inicio de los intensos bombardeos lanzados por Israel, cuyo objetivo declarado es neutralizar el programa nuclear y la capacidad militar de Irán. Tras destruir una parte significativa del sistema de defensa aérea iraní, Israel afirma que sus aviones tienen vía libre sobre el espacio aéreo del país.
Desde Washington, el presidente Donald Trump pidió el lunes la evacuación “inmediata” de los cerca de 10 millones de habitantes de Teherán, pero huir no es una opción viable para todos. Las carreteras están saturadas, la gasolina es racionada y muchos no tienen a dónde ir. La situación se agrava para los más vulnerables: personas mayores, enfermos o quienes no cuentan con recursos suficientes para abandonar la ciudad.
Según una organización de derechos humanos, los ataques han dejado al menos 585 muertos y más de mil 300 heridos. Sin embargo, los medios locales —también objetivo de los bombardeos— ya no informan sobre lo que ocurre, dejando a la población sin guía ni advertencias. Las sirenas antiaéreas no funcionan y el acceso a internet ha sido bloqueado por el gobierno, que asegura que lo hace por “seguridad nacional”.
“No sabemos si mañana estaremos vivos”
Así lo expresó Shirin, una residente del sur de Teherán de 49 años. Como muchos, vive con miedo constante, intercambiando mensajes con seres queridos que podrían ser los últimos. Otros, como Arshia, de 22 años, han optado por no salir de casa: “No quiero pasar 30 o 40 horas en el tráfico solo para llegar a un lugar que podría ser bombardeado también”.
El barrio de Arshia, Saadat Abad, alguna vez vibrante, ahora es un pueblo fantasma. Las escuelas están cerradas, los suministros básicos escasean y las tiendas han bajado sus cortinas. Los intentos de evacuar se ven frustrados por la falta de combustible: tras un ataque israelí al yacimiento de gas más grande del mundo, la gasolina se ha limitado a 20 litros por vehículo.
Para los refugiados y migrantes en Irán, la situación es aún más incierta. Una estudiante extranjera que pasó 12 horas en una estación de metro relató que “nadie sabe qué hacer ni a dónde ir. La gente cree que ningún lugar es seguro”. Muchos han optado por refugiarse sin asistencia estatal, a pesar de los anuncios oficiales de que mezquitas y escuelas estarían abiertas para ese fin.
Entre el temor, la indignación y la impotencia
El conflicto ha expuesto divisiones dentro de la población iraní. Algunos apoyan los ataques contra el aparato militar del régimen; otros condenan cualquier intervención extranjera. Pero incluso quienes se oponen a la República Islámica rechazan que el cambio venga desde fuera.
“Por mucho que deseemos el fin de este régimen, no queríamos que se produjera de la mano de un gobierno extranjero”, dijo una joven de 29 años que logró escapar de Teherán. “Si iba a haber un cambio, debía venir del pueblo iraní”.
Desde el exilio, los iraníes en la diáspora intentan mantenerse en contacto con sus familias. Un investigador de derechos humanos iraní-estadounidense explicó que sus últimos mensajes con sus primos en Teherán fueron devastadores: “Nos dijeron ‘no sabemos a dónde ir. Si morimos, morimos’. Lo único que sentían era desesperanza”.
En medio de todo, algunos aún logran enviar mensajes al mundo exterior. “Solo quiero que la gente recuerde que, pase lo que pase aquí, no es un asunto rutinario para nosotros”, imploró la joven que dejó la capital. “La vida de la gente aquí es tan importante como la de cualquiera. ¿Cómo se sentirían si su ciudad estuviera siendo bombardeada y la gente muriera a diestra y siniestra?”
“Sentimos que esto no puede estar pasando. Esta no puede ser mi vida”.