Texas y el norte de México se preparan para enfrentar deportaciones masivas y restricciones migratorias
A casi una década de la elección presidencial de 2016 que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, el espectro de su regreso genera preocupación entre comunidades migrantes y activistas en Estados Unidos. La promesa del presidente electo de implementar la mayor operación de deportaciones en la historia del país ha encendido alarmas en Texas y el norte de México, regiones que se encuentran en el epicentro de esta transformación.
El impacto en Texas
Texas, con una población indocumentada estimada en 1.6 millones de personas, ocupa un papel central en esta crisis migratoria. El estado, gobernado por republicanos alineados con Trump, abarca gran parte de la frontera sur de EE.UU., convirtiéndose en un punto crítico para la entrada y salida de migrantes.
Norma Pimentel, líder de un albergue en McAllen, Texas, señala que la afluencia de personas no ha disminuido, pero las tensiones han crecido. “Para nosotros no es nada nuevo”, afirma. Con la llegada del nuevo gobierno, su organización trabaja en colaboración con consulados y comunidades locales para preparar a los migrantes ante posibles deportaciones, ofreciendo asistencia legal y organizando documentos para garantizar la seguridad de las familias.
Por su parte, Javier Villalobos, alcalde de McAllen, minimiza el impacto en su región, destacando que muchos migrantes se trasladan a otras ciudades como Nueva York o Chicago. Sin embargo, cifras del Migration Policy Institute revelan que el condado de Hidalgo, donde se encuentra McAllen, alberga a unas 100 mil personas sin estatus legal.
Un desafío en ambos lados de la frontera
Al otro lado del muro fronterizo, en Reynosa, Tamaulipas, el pastor Héctor Silva enfrenta una realidad diferente. Su refugio, Senda de Vida 2, ya opera al límite de su capacidad con 2 mil personas. Silva anticipa un incremento en la llegada de familias deportadas que buscarán reunirse con sus seres queridos en Estados Unidos.
“La frontera no está preparada para esto”, advierte. “Los albergues están saturados, y no hay infraestructura suficiente para atender lo que se avecina”.
El rostro humano de las deportaciones
Para Ilse Hernández, beneficiaria del programa DACA y residente en EE.UU. desde los dos años, la incertidumbre es devastadora. “Las personas afectadas son nuestros vecinos, amigos, profesores y empresarios; somos parte de la comunidad”, subraya.
El legado del gobierno anterior de Trump, marcado por políticas como la separación de familias y la espera de solicitantes de asilo en México, deja una sombra sobre las expectativas del futuro cercano. Organizaciones y activistas en ambos lados de la frontera se preparan para enfrentar no solo las deportaciones masivas, sino también el impacto social y emocional que estas generan en las comunidades.
El desafío no solo es logístico, sino también humano. Como dice Hernández: “Somos todos la misma gente”.