Un informe de derechos humanos al servicio de la geopolítica
Un reciente informe sobre derechos humanos del Departamento de Estado de Estados Unidos ha generado una fuerte polémica al ser criticado por su falta de objetividad. Según un análisis de Daniel Zovatto, director y editor de Radar Latam 360, el documento, tradicionalmente un estándar global para la evaluación de los derechos humanos, ha sufrido una reducción drástica de contenido y una “mirada selectiva” que favorece a los aliados del gobierno de Donald Trump.
Un giro de 180 grados en la política de derechos humanos
El autor señala que desde su creación en 1977, el informe ha buscado ser una evaluación sistemática y guiada por estándares universales. Sin embargo, el documento de este año ha roto con esta tradición. Se eliminaron apartados completos sobre temas clave como la violencia de género, la corrupción y la discriminación contra la comunidad LGTBI. Lo que antes eran textos detallados país por país, ahora son resúmenes mínimos que no profundizan en violaciones graves.
Zovatto apunta que este recorte no es neutral, ya que las omisiones no se aplican de manera uniforme. Por ejemplo, países como Israel y El Salvador, considerados aliados de la administración de Trump, reciben un trato indulgente. El informe, según el análisis, omite o suaviza las referencias a las graves violaciones al derecho internacional humanitario en Gaza y afirma que en El Salvador “no hubo informes creíbles de violaciones significativas”, a pesar de las denuncias documentadas de arrestos masivos sin debido proceso y de abusos bajo el estado de excepción.
En contraste, el informe dedica un amplio espacio a criticar a países percibidos como adversarios. Se menciona a Brasil por un supuesto “declive de la libertad de expresión” y se cuestiona a varias naciones europeas por medidas que, según Washington, afectan la pluralidad de la información.
Instrumentalización política y pérdida de credibilidad
La instrumentalización política del informe, según el autor, socava su credibilidad y lo convierte en una herramienta de presión selectiva. El mensaje que se proyecta al mundo, sostiene Zovatto, es que “la vara con la que se mide las violaciones a la dignidad humana no es la misma para todos” y depende de las alianzas políticas del momento.
Este cambio, calificado de “preocupante”, se produce en un contexto de debilitamiento del multilateralismo y de expansión de regímenes autoritarios. El autor concluye que la defensa de los derechos humanos, si se convierte en un arma selectiva, no solo pierde fuerza, sino también autoridad moral ante el mundo.